mercredi

Rafael Del Naranco: Haití, un rancho abatido y solo

Cadena Global
10 sep 2008

"No es justo vivir con tanto olvido ni dejado de la mano de la Providencia; el abandono crea callos en las ranuras del alma y una sensación de amargura anticipada."


Esos montículos obligados a la desventura misma, están dejados de toda comprensión humana, y es que Haití no es un pedazo de isla al viejo uso, sino un cascarón abandonado a un costado del Caribe de la negritud profunda.

Y así, al no disponer de nada, solamente un sol calcinante y unos surcos tan vacíos como vientre de mujer estéril, son el reflejo terrorífico de cómo los pueblos excluidos no asumen alianzas ni intereses, únicamente moscones, penuria por doquier y paludismo.

El último de los pavorosos huracanes que el calentamiento global arrastra cada vez con más frecuencia hacia el Océano Atlántico, cuando un soplo violento surge de las costas africanas, dejó en ese roquedal más de 600 muertos y, según datos, 300.000 niños abandonados a su amarga suerte. El mismo torbellino, llamado Ike, pasó por Cuba y solamente pudo, aunque con cuantiosos destrozos, desgarrar cuatro cuerpos humanos. Hay países airosos y otros desgraciados.

En la Habana, con un régimen totalitario que se pierde en la noche de los tiempos, el pueblo nace obedeciendo. Con el ordeno y mando en una sola voz, se trasladan de un lugar a otro de la isla las miles de personas que sean necesarias. Nadie puede negarse. Eso les salva la vida. Haití, que solamente tiene una ideología hiriente, el hambre, al no ser opulento ni socialista, los dos polos en que el mundo está dividido, camina a su libre arbitrio sobre el sendero de la sinrazón y el desespero. Doble desgracia.

Más que un pedazo de ínsula de profundos desasosiegos, barrancos infecundos, lomas agrietadas unidas a la otra parte de La Española - así bautizada por Colón en un arrebato ensimismado -, Haití es el patio trasero del olvido. Pocos saben que ese terruño, el más pobre de América y acaso del planeta, existe y está ahí, a pocos kilómetros de las prósperas costas venezolanas.

Su gente color resina, descendiente de esclavos, posee apetito eterno y una barahúnda llamada vudú, dos combinaciones que, cuando se mezclan, fundan la hendidura famélica entre los desolados pastizales y esos riachuelos arrastrando débiles chorros de agua envuelta en fango. El 85 por ciento de los haitianos son analfabetas, origen de que la magia negra, cual un machete afilado, se clave en el corazón de ese pueblo como una luz de esperanza en su eterna oscuridad achicharrada.

No es justo vivir con tanto olvido ni dejado de la mano de la Providencia; el abandono crea callos en las ranuras del alma y una sensación de amargura anticipada.


El Mundo
9/10/2008

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