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Manchas de la ciudad

Por Emilia Pereyra / El Caribe
Viernes 26 de septiembre del 2008


Ciertas áreas de la ciudad lucen tan desordenadas, sucias y agresivas que parecen zonas de la caótica y pestilente puerto príncipe, la capital de haití, nuestro vecino limítrofe, que apenas sobrevive entre severos conflictos políticos

Santo Domingo ha crecido horizontal y verticalmente, de manera vertiginosa en los últimos años, y es la metrópolis más importante de la República Dominicana, a pesar de las graves deudas pendientes que tienen con ella varias administraciones municipales.

En muchas áreas, nuestro espacio citadino es hostil para transeúntes y conductores.

Ciertas áreas de la ciudad lucen tan desordenadas, sucias y agresivas que parecen zonas de la caótica y pestilente Puerto Príncipe, la capital de Haití, nuestro vecino limítrofe, que apenas sobrevive entre severos conflictos políticos y una miseria espantosa.

Como nación que aspira a desarrollarse, la República Dominicana debe ocuparse de que sus ciudades se conviertan en lugares acogedores que contribuyan al bienestar de sus pobladores y sean atractivas para los visitantes.

Se podría alegar que en los últimos años la capital ha cambiado bastante, de manera favorable, y es cierto. Tenemos zonas semejantes a fulgurante sitios de Miami y otras ciudades del primer mundo.
Sin embargo, debemos aspirar a que Santo Domingo se convierta en una ciudad bien administrada, limpia, que contribuya al desarrollo de nuestro país.

Reconocemos que es muy complicado administrar una ciudad fragmentada en varias áreas municipales, poblada por tres millones de almas de distintos niveles educativos, con insuficientes recursos, pocos planes y sometida a las veleidades políticas.

No obstante, sería muy reprochable que las administraciones municipales vigentes concluyan sus mandatos sin que haya sido resuelto el espinoso problema en que se han convertido los mercados públicos de la capital dominicana.

La planificación, la modernidad y la higiene deben llegar, con urgencia, a esos espacios hoy nauseabundos, donde se expenden alimentos de todo tipo, con pasmosa naturalidad, sin que aparentemente la grave situación moleste.

Es vergonzoso que en los albores del siglo XXI sigamos teniendo en plena ciudad primada de América mercados llenos de basura, mal regenteados, que se han convertido en focos de contaminación y motivos de vergüenza.

Los mercados tienen que dejar de ser los antros de inmundicia a los que acude mucha gente porque no tiene otra posibilidad. Santo Domingo de Guzmán debe tener plazas de expendios ordenadas, limpias y hermosas, como sucede en otros países, que sirven de modelo a naciones como las nuestras.

Emilia Pereyra es periodista y escritora
empereyra22@yahoo.es

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